Producción de alimentos en Sancti Spíritus: La bujía de San Andrés (+fotos)

En los colectivos laborales radica uno de los resortes que animan la reanimación en este polo productivo, que en lo adelante también avizora mejor suerte porque el riego de agua se arrima a los cultivos

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Hoy el polo tiene 56 hectáreas de plátano en producción. (Fotos: José Luis Camellón/Escambray).

Pudiera verse como un despertar más, de los muchos que ha vivido San Andrés, uno de los escenarios agrícolas atados con el abastecimiento alimentario de la cabecera provincial, tanto por cercanía como por la vocación agraria de los suelos. Un paraje que ha pasado por disimiles estructuras de explotación ha tenido esplendor, recaídas y, en los últimos tiempos, despabila otra vez su horizonte sobre la base de dos elementos que parecen conducir a la sostenibilidad de la producción: instalar sistemas de riego de agua y agrupar las fuerzas vinculadas al campo en colectivos laborales.

Tal vez parezca una paradoja o cuestión de mala suerte; lo cierto es que las tierras de San Andrés son vecinas del río y la presa Zaza, enseñan indicios de canales, conductoras y tomas de agua que revelan la explotación de algún nivel de riego en otros tiempos. Sin embargo, en las últimas décadas la humedad que conocieron esos terrenos era la que llegaba del cielo; bien se sabe que en esa agricultura de secano salen perdiendo los obreros, el rendimiento, la producción y la tarima.

El hoy llamado polo productivo San Andrés ha convivido con cuanta estructura ha tenido el sector, pero ninguna parece haber encajado mejor que los colectivos laborales, formula que parte del emprendimiento de explotar un área con sentido de pertenencia y repartir entre los integrantes la mayor cuantía de los ingresos. Aunque lo parezca, no es más de lo mismo, hay obreros agrícolas allí que han tenido meses de ganar 15 000 pesos, y más por el aporte de la producción.

“Hay poca fuerza en los colectivos laborales porque la gente no quiere trabajar en el campo”, suscribe Luis Verdecia Martínez.

ME HAGO LA IDEA DE QUE ESTO ES MÍO

Luis Verdecia Martínez, jefe del colectivo laboral en Pozo Profundo, lleva alrededor de 20 años arrimado a la zona, una persona que ha echado la vida entre las fronteras de la agricultura, primero en Oriente, ahora en San Andrés; un hombre pegado a la tierra.

“Es posible el despertar productivo porque se ve un desarrollo: el sistema de riego que llevaba años en proyecto, de cinco enrolladores —ya hay dos aquí— y la conductora. Hay perspectivas, porque con el riego debe aumentar la producción y la motivación para venir a trabajar es que haya producción, para tener alimentación y, a la misma vez, salario”, sentencia el productor.

Con la huella del trabajo agrícola en el rostro, Verdecia Martínez defiende sin titubeos la nueva fórmula laboral. “Esta estructura es mejor, nos puede dar más producción, porque cuando usted habla de colectivo laboral yo me hago la idea de que esto es mío, no para beneficiarme en lo individual, sino para todo, el cuidado, la dedicación, para explotar la tierra, hacerla producir y sentirlo como de uno.

“Le digo a mi tropa que podemos tener meses de ganar 20 000 o 30 000 pesos, ellos me dicen: ‘Tú estás loco’; pero veo el futuro y las posibilidades que nos da esta forma de trabajo en la agricultura, lo que tenemos que sacrificarnos, esforzarnos ahora, el resultado lo veremos después. San Andrés puede dar más comida con la dedicación que le preste el hombre a la tierra” aseguró.

Parte del equipamiento de riego se encuentra en el polo.

SIN AGUA ES UN POLO APAGADO

Por otros linderos del polo productivo Escambray topó con el colectivo laboral cinco, a primera vista parecía un platanal sin obreros; pero no, campo adentro los hombres domaban las malezas a puro machete. “No queda otra que fajarse con la hierba”, dice José Cisneros Reyes, jefe de la fuerza.

Este hombre no necesita ser fotógrafo para retratar el campo actual. “Es difícil empujar la agricultura sin recursos, trabajar como lo estamos haciendo, sin productos químicos; aquí las plagas nos obligaron a demoler plantaciones de calabaza y pepino, sin herbicidas es complicado controlar la maleza”, destaca.

“Aquí el lío es la fuerza de trabajo, muchos se van con el campesino que paga más, pienso que este despegue lo podemos sostener, cuando la gente vea que esto da resultado para la familia se va a acercar, de hecho, ya me han visto algunos, me dicen: ‘Si vas a poner a alguien, me avisas’; se están fijando en el colectivo”.

Con el zapato apretado por la falta de recursos, el colectivo echó mano a cuanta alternativa tuvo delante, por eso optaron por sembrar de tal forma, que pudieran mecanizar las labores.

“Pero el rendimiento es menor, mire esa yuca, rindió poco, porque está sembrada a una separación de 1.40 metros, casi el doble de cómo debe sembrarse, para poder meter una pipa y regarle agua, así desperdiciamos suelo. Hoy vemos otro panorama, tenemos una turbina, un nivel de tubos y en la próxima campaña de frío esperamos poder regar los platanales, evitar lo que nos pasó este año, que casi perdemos el cultivo por falta de humedad. San Andrés es una tierra muy fértil, pero sin agua es un polo apagado”, expresó.

PRODUCIR BUSCÁNDOSE LOS INGRESOS

En los peores momentos para encauzar la producción, en el polo productivo San Andrés, perteneciente a la Unidad Empresarial de Base (UEB) Integral Agropecuaria Sancti Spíritus, han encontrado vías y mecanismos de motivación para, aun con falta de brazos, enseñar un despegue sin pérdidas económicas.

Lo primero fue abrir espacios para que los trabajadores lograran producir buscándose sus propios ingresos, subraya Yoaxel Pérez García, director de la UEB, a sabiendas de que San Andrés tiene otro rostro, aunque distante de aportar comida en correspondencia con las potencialidades del lugar.

“Hasta hace unos años era una granja, tenía pérdidas y se nos pidió elevar el sentido de pertenencia de los trabajadores, aumentar la producción. Se dio la posibilidad de crear los colectivos laborales, que la esencia es esa: aumentar la producción y el sentido de pertenencia”, señala Yoaxel Pérez.

Muchas de las aspiraciones del polo productivo tienen como punto de partida un proyecto de desarrollo local con el Gobierno de Sancti Spíritus, por el cual recibieron más de 4 millones de pesos para comprar sistemas de riego y mejorar los canales.

De acuerdo con la información del director de la UEB, de las 172 hectáreas que tiene el polo productivo, buena parte estará bajo riego, excepto 34 hectáreas que dependerán para su irrigación del llenado de la presa, a partir del rescate de un canal de aproximación que permitirá regar cuando el volumen del embalse supere los 500 millones de metros cúbicos de agua.

Contar con el riego se vuelve un camino seguro para sostener la actual reanimación; aunque se admite la falta de alrededor de 80 trabajadores agrícolas, problema que pudiera encontrar respuesta en la medida que aumente la producción y los ingresos salariales.

Los rumbos de San Andrés no pueden andar separados de los problemas que rodean al sector; tampoco del nudo más agudo para el cliente: los precios. “Este es un polo estatal, si alguien puede buscar mayor producción para contribuir a bajar los precios es el Estado a través de las fichas de costo, lo primero es tener más comida y llevarla a los mercados estatales, eso dará la oportunidad de venderla a precios más justos”, señala Pérez García.

Tal despertar productivo, a ojos vista, parece descansar también en el emprendimiento y la voluntad de atreverse; una filosofía de trabajo que aprovecha cuanta apertura económica ha hecho el país y, justo en un momento tan adverso para la agricultura, los colectivos laborales se han convertidos en la bujía de San Andrés.

José Luis Camellón

Texto de José Luis Camellón
Reportero de Escambray por más de 15 años. Especializado en temas económicos.

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