Unidos por el arte (+fotos)

Los espirituanos Luisa María Serrano (Lichi) y Luis Rey Yero merecieron recientemente la Distinción por la Cultural Nacional como reconocimiento a sus contribuciones al alma de la nación

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“Nos ha permitido mantenernos unidos el arte. Es lo que nos atrae, consolida, aunque en ocasiones, como toda pareja, entremos en conflictos”, refiere Yero. (Foto: Facebook)

Al fondo del aula, distantes del pizarrón de donde brotaban con rapidez fórmulas, ecuaciones, problemas matemáticos… emergieron los primeros trazos de lo que hoy es una de las firmas femeninas que más prestigian las artes visuales espirituanas. Le acompañaron en esos ingenuos procesos otras dos manos. Eran Luisa María (Lichi) y María Elena Serrano Fernández (Maye), dos gotas de agua capaces de armar revuelo, no solo por la exactitud de sus rostros, sino por la inquietud constante. Aseguran que las hermanas gemelas residentes en Tuinucú robaban más de un suspiro.

“Lichi y yo nos conocimos allí durante nuestro paso por la secundaria básica —recuerda Luis Rey Yero—. Entonces, me atrapó poco a poco el misterio de la artista incipiente. Pero era muy timidito, la miraba siempre desde lejos. Luego la vida nos separó y cada quien hizo su proyecto”.

Ella se hizo mayor dibujo a dibujo. Códigos renovados apresuraron la llegada de sus éxitos y reconocimientos. Entró por la puerta ancha como ilustradora en Escambray y la editorial provincial. Domó los tapices a fuerza de bordados a punto cruz, aprendidos durante su década en Venezuela. Una exactitud envidiable en cada rasgo develó, más allá de su autodidactismo, el virtuosismo.

Lichi y Yero mantienen vivas la pasión y la entrega para seguir juntos en los complejos caminos de la vida y la creación. (Foto: Lisandra Gómez/Escambray)

Él, egresado de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, fundador del periódico de Sancti Spíritus y colaborador del entonces diario Vanguardia. Crítico, profesor e investigador; máster en Historia del Arte y doctor en Ciencias del Arte. Un servidor público de las artes visuales espirituanas al ser una de las voces que más han colocado la creación del territorio en diferentes escenarios.

Ambos, dos intelectuales en constante crecimiento. Cada uno con un hijo y demasiados sueños por cumplir.

“Al regresar de su estancia en Venezuela comenzamos a rozar —vuelve Luis Rey Yero a rememorar—.  Ya era menos tímido, más fogueado y, finalmente, ella me aceptó”.

Desde cerca, Lichi sigue de reojo cada palabra, un poco negada a que su historia, un tanto atípica, se haga pública. Sonríe y sospecho que nos perdemos algunos hilos atractivos entre pasajes y pasajes de una relación de un poco más de 10 años y eterna apasionada de la naturaleza. Los gorriones que vienen a la ventana por las migas de pan, las lagartijas que corren detrás de los cuadros y las hermosas plantas ornamentales los complementan.

“No esperé que a la edad que comenzamos la relación funcionara —aclara la autora de las muestras Persistencia y Días de Radio—. Él me ayuda, me impulsa. Me cae arriba como un totí y es que tiene muy buen ojo para detectar a un artista”.

Basta con traspasar el espacioso apartamento anclado en la zona de Garaita, en la ciudad del Yayabo, para sentir la cofradía. En el cuarto habilitado como estudio, un silencio sepulcral conduce la escritura de Yero para revistas, catálogos y Radio Sancti Spíritus. En el comedor, Lichi, junto al radio, realiza un duelo magistral con la cartulina en blanco.

“Nos ha permitido mantenernos unidos el arte. Es lo que nos atrae, consolida, aunque en ocasiones, como toda pareja, entremos en conflictos”, refiere él, mientras deja escapar una carcajada.

Son expresiones de dos vidas con sus propias experiencias y, por tanto, con construcciones únicas de asumir la cotidianidad. “La palabra mágica es argumentar —acota Lichi cuando indago en cómo sortear los criterios encontrados—. Llegamos a consensos a veces por mi cansancio y él hace lo que desea. Por ejemplo, de mi última exposición junto a mi hermana, 2 en 1, aún le reclamo el diseño del catálogo. Al final del día como pareja nos reconciliamos, pero seguimos pensando diferente”.

Atento a las confesiones, el autor del Diccionario de las artes visuales espirituanas prefiere siempre sumergirse en el proceso creativo de Lichi como ha hecho con otros muchos artistas espirituanos. Transita por el de ella con los ojos cerrados y sin titubeos conoce cada uno de sus detalles.

“Admiro y respeto mucho la creación artística. Pienso que es un componente esencial del ser humano. Ella, aunque autodidacta, tiene una formación muy sólida y es una gran lectora, mucho más que yo. Por eso, me resulta una intelectual que necesito convencer con argumentos. Está alejada totalmente del mercado, crea como necesidad espiritual al reflejar sus inquietudes en la cartulina. No hay un ápice de complacencia con alguna corriente o tendencia. Como la calificó Laura de la Uz, su obra es visceral. Ubico su obra dentro del arte problémico, reflexivo, aborda situaciones que a veces temen otros artistas. Crea a partir de sus motivaciones, de cómo ve el mundo. Tiene dominio del dibujo, sus claroscuros son impresionantes y logra dar volumen a las piezas”.

Al escucharlos se siente una complicidad desmedida, no solo por el amor entre ambos, sino por la entrega constante a la cultura; una labor que resultó premiada hace muy pocos días.

“El director de Cultura, Jorge Félix Lazo, me llama para invitarme a la asamblea de balance, porque me entregarían un reconocimiento y me insiste en que ella también tenía que asistir. Pero no hubo forma de que ella aceptara”.

Lichi y Yero Continúan en ese tránsito infinito por la creación, cada uno desde su rol y compromiso con la cultura cubana.

Y es que Lichi prefiere estar en el hogar. “Esta es mi madriguera, me encanta esconderme aquí”, interrumpe a modo de justificación.

“Cuando mencionan que nos habían otorgado la Distinción por la Cultural Nacional se me fue la voz y tiré unos lagrimones porque, como dije ahí, creo que Lichi es realmente emblemática”.

Sin tiempos para seguir, vuelve a tomar la palabra la creadora y entre risas agrega: “Menos mal que no fui, porque no hubiera querido verle llorar, y él lo merece mucho más, porque yo solo he trabajado para mí y él ha estado al servicio de los otros”.

Él niega con la cabeza. Aún la sorpresa está espetada en su rostro. “Es una satisfacción compartirla con ella y ahora lo que nos queda es seguir trabajando hasta que nuestras mentes nos lo permitan”.

Tal aspiración la ponen en práctica, incluso, a deshora, porque Lichi casi no duerme y Yero asegura que también ha perdido el hábito de hacerlo. Continúan en ese tránsito infinito por la creación, cada uno desde su rol y compromiso con la cultura cubana.

“En mi caso se ha hecho más lenta porque los dolores en el cuerpo me imposibilitan estar la cantidad de horas que quisiera. Por esos malestares, y porque ya no me decían nada, no haré más tapices, solo dibujos”, explica Lichi, mientras Yero se declara todavía en pie de guerra: “En mi caso, seguiré escribiendo y como curador de exposiciones”.

En relación con la Distinción por la Cultura Nacional, Lichi apunta que Yero lo merece mucho más, porque ella solo ha trabajado para ella y él ha estado al servicio de los otros.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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