Una casa cuarentona

La Casa de la Trova en Sancti Spíritus surgió para darle cobija a todos los exponentes de la composición poética de gran arraigo entre varias generaciones

Con altas y bajas, la Casa de la Trova de Sancti Spíritus festeja su cumpleaños y se propone seguir adelante.

Cuentan que bajo la frondosa mata de mango se dejaron escapar las más auténticas descargas. Las gargantas perdían el peso del cansancio. Las cuerdas en total sincronía. Alrededor, voces que se empeñaban en que la música no encontrara silencio. Melodía a melodía, la Casa de la Trova Miguel Companioni, de Sancti Spíritus, se volvió sitio de obligado encuentro.

Tanto así que, pasado el 20 de diciembre de 1985, cuando en presencia de Armando Hart Dávalos —entonces ministro de Cultura— se cortó la cinta inaugural de esa institución, pasar cerca de su umbral y no entrar era imposible. Un lujo extremo era escuchar en vivo a Rafael Rodríguez, Juan Manuel Puig, Sigifredo Mora, el Trío D’ Gómez y cuanto artista, guitarra en mano, hiciera una parada por estos predios.

Supo Jesús Quintero, su segundo director, cómo mantener abierta de par en par la puerta de la institución de grandes ventanales de madera. Diseñó con el concurso de muchas personas una programación por temáticas: Noche del Son, Danzón con Poesía… En ningún otro sitio de la urbe del Yayabo se podía disfrutar de algo similar.

Fue así que la casona que emergió en el siglo XVIII como hogar familiar formó públicos que se refugiaban en su patio, a fin de interactuar con los mejores exponentes, verdaderas leyendas de la composición poética.

La programación de esta emblemática institución cultural ha mermado notablemente. ( Foto: Alien Fernández)

DESAFINACIONES

Pensar que 40 años después de la fecha inaugural la Casa de la Trova permanezca intacta, como institución y como símbolo inmaterial, es un desacato al sentido común. Primero, porque en nada es hoy el Sancti Spíritus de finales de los espléndidos años 80. Han aparecido —algunas ya ni existen, pero robaron la atención— otras opciones y propuestas, otros intereses…

Tampoco ya pululan por nuestras calles los músicos defensores de las melodías que responden al objeto social de la instalación. Demasiada emigración, causada, sobre todo, por la ausencia de plazas de empleo que generen sólidos ingresos.

A esas realidades, se suman otras que muchas veces este propio semanario ha denunciado. Poco a poco, bajo excusas objetivas y subjetivas, la música en vivo perdió terreno. ¿Alternativa? Ganó espacio la grabada, incluso muchas veces a lo largo de los últimos años de esa casona se ha alertado que allí se escuchan ritmos que nada tienen que ver con nuestra cultura.

Encontrar la fecha en que el objeto social de la Casa de la Trova comenzó a languidecer resulta prácticamente imposible. Solo se sabe que, desde hace tiempo —bastante para ser certeros—, los tríos se borraron prácticamente del escenario de su patio. Sostener una programación con presentaciones de exponentes del catálogo del territorio, más allá de los fines de semana, solo queda en la memoria y los sábados se han convertido en el día en que quienes la visitan solo buscan bailar.

Uno de los puntillazos letales a esta historia resultó, sin dudas, la pérdida del programa radial Serenata, en vivo cada viernes desde la Casa de la Trova. Pudieron más el facilismo y la falta de diálogo.  

Pero al rosario de calamidades que ha cargado sobre sus muros la casona de la céntrica calle Máximo Gómez (sur) No. 26 se le suman el impasse impuesto por la covid, las deprimidas arcas de la Dirección Municipal de Cultura para mantener durante toda la semana propuestas artísticas, desacertadas administraciones, sobre todo por pensar más en ganancias económicas que en el significado del inmueble, y la realización  de la llamada Descarga Universitaria, que ponía de cabeza a la institución a semejanza de una discoteca.

CON LAS PUERTAS ABIERTAS

Nada de lo descrito es ajeno. Bien lo sabe Dayana Ruiz. Por ello, cuando aceptó el reto de conducir la vida de la Casa de la Trova, la misma que tiene en su sala la imagen de Miguel Companioni, uno de los bardos insignes de esta tierra, sabía que le habían puesto una bola de fuego en las manos. Consciente de los antecedentes negativos y de que el contexto cada vez parece ganar en complejidad, ha logrado mantener sus puertas abiertas.

“No resulta fácil cuando solo cada dos semanas tenemos todo el tiempo servicio de electricidad. La planta que usamos para prestar servicio en las noches de los viernes, sábado y domingo no soporta la potencia de una agrupación en vivo. Por tanto, esos días usamos la opción de música grabada. Pero sí es de las pocas instituciones que no cerramos”.

Mientras que el resto de los días ha logrado en comunión con otras instituciones como el Centro de Promoción Literaria Raúl Ferrer, Casa Municipal de Cultura Osvaldo Mursulí, la Dirección Municipal de Educación y el proyecto que lidera Rosa Rodríguez Bello mantener acciones con públicos dirigidos.

“Por ejemplo, ya podemos hablar del impacto de Las flores del jardín, una peña en la que Rosa pone a dialogar a estudiantes con exponentes de nuestra música autóctona o el espacio Mujeres Ilustres, donde se honra a espirituanas de diferentes generaciones. Siempre durante las mañanas. Algunas tienen frecuencia semanal o más espaciadas en el mes”.

Si bien los ya permanentes apagones no dan muchas oportunidades, el respaldo económico para contratar más unidades artísticas de las que se disfrutan tampoco existe.

“Casi siempre se disfruta de Son del Yayabo, Mi nuevo son, Magali y su jugadaporque defienden melodías que quienes nos visitan con sistematicidad solicitan y no rompen con el objeto social de la institución. Mientras, los domingos en la mañana se reserva para la tradición con Los Toledo y La séptima del son”.

¿Satisfecha?

“Sabía que no sería un camino fácil, pero he tratado de mantener una programación estable, sobre todo, para formar muchos más públicos que los que vienen en las noches de viernes y sábado. Nuestra provincia carece de ese trovador que con su guitarra nos deleita con canciones. Pero precisamos ganar en mayor número de propuestas para que un día la casona vuelva a abrir sus puertas todas las noches. Es difícil en estos tiempos por la situación del país, pero así, con propuestas inteligentes e interesantes, podamos sumar a los jóvenes. Esta institución no es solo para los adultos mayores. Por ejemplo, en el verano nos visitaron los muchachos del campamento de verano y lo disfrutaron”.

Igualmente, la casona precisa retomar su confort. Este 2025 no contó con el presupuesto y ya las huellas del deterioro pululan prácticamente en todos sus rincones.

“La Casa de la Trova es una institución importante para músicos, públicos y autoridades. Su historia y lo que representa siempre serán suficientes para no permitir que el silencio u otro objeto social se acomoden en su interior, bajo la emblemática mata de mango”, concluyó.   

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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