Si algo me ha enseñado vivir con esclerosis múltiple (EM) es, precisamente, a no rendirme nunca y a compartir con quienes tienen el mismo padecimiento las fuerzas, las energías y las motivaciones para que la vida sea mejor.
Las palabras de Yaquelín Díaz Delgado brotan desde el centro mismo del alma; su verbo tranquilo, seguro, y su rostro dibujan el optimismo personalizado, enraizado después de más de dos décadas padeciendo una enfermedad que enfrenta con valor y esperanzas.
Fue en 1994 cuando me diagnosticaron la EM, precisó, me remitieron a la provincia Cienfuegos, donde el doctor José Antonio Cabrera, fundador de la Escuela de Neurología en ese territorio, comenzaba a desarrollar investigaciones sobre la enfermedad. Fui la paciente número seis de Cuba, reveló.
Eran los primeros pasos de un estudio clínico para comprobar la efectividad del interferón alfa, medicamento creado por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología para el tratamiento de este padecimiento autoinmunitario, que afecta el sistema nervioso central.
Tuve miedo, dudas, en los momentos iniciales, acotó Yaquelín, pero ese deseo de sumar calidad a la vida alimentó una mejor actitud y solo he mirado hacia adelante, todo el tiempo.
Usé el medicamento por cinco años, lo suspendí después por uno y entonces llegó una gran alegría, porque pude tener a mi hijo, el cual tiene hoy 25 años de edad y está sano, sin rasgos de la dolencia, subrayó.
Después vino la otra novedad al convertirse en uno de los primeros pacientes en ingresar en el Hospital de Rehabilitación Faustino Pérez, de Sancti Spíritus, como parte del programa nacional dedicado a los aquejados con la enfermedad y que nació en 2003.
Desde ese momento, un equipo multidisciplinario, con todas las especialidades de la institución, protagoniza un cambio a favor de la calidad de vida de los más de 300 enfermos cubanos que han asistido a la recuperación, con seguimiento posterior en sus áreas de salud.
En el ingreso inicial entramos muy débiles físicamente, precisó Díaz Delgado, muy poca fuerza, sobre todo en las extremidades, más problemas de equilibrio e inseguridad desde el punto de vista emocional y psíquico.
Pasadas las primeras seis semanas de hospitalización, aparecen las mejorías con el tratamiento de magneto, trabajos en el colchón, piscina, bicicleta, terapia ocupacional, medicina natural y tradicional; y novedades como el uso del ozono.
Relató, además, cómo los especialistas, técnicos, psicólogos y personal de enfermería se interrelacionan con los ingresados sistemáticamente en las seis semanas de hospitalización, siguen la evolución de cada caso, que se manifiesta de manera diferente; y después de ese período, en las áreas de salud y los hogares prosigue la rehabilitación mediante las indicaciones del equipo.
Y regresamos a los seis meses para el reingreso y la evaluación de tratamiento que, en estos 23 años, me ha permitido vencer muchas metas en el plano laboral, pues soy profesora de matemáticas, manifestó.
En el “Faustino Pérez”, la rehabilitación de la EM, la llamada enfermedad de las mil caras porque se manifiesta de manera diferente en los diagnosticados, me obligó a buscar siempre el lado positivo en todo, a tener confianza, esperanza, a no sentirme derrotada nunca, a superarme siempre en cada ejercicio, en todas las particularidades del tratamiento, puntualizó.
Mi vida familiar es otra. En el hogar hay cooperación, pero insisto en estar activa, en buscar motivaciones y estimular la alegría, una sugerencia de los especialistas, y que trasmito, con mis experiencias, a las demás compañeras con quienes comparto los ingresos.
Silencia su verbo tierno y seguro por un instante, su mirada busca motivos por las áreas del hospital y entonces piensa en voz alta.
Todo cuanto he dicho es posible también por el amor que irradia cada persona de esta institución, desde cocineras, auxiliares de limpieza, hasta la directora, significó, nunca falta en ellos la sonrisa, la palmadita en el hombro y, sobre todo, la familiaridad y esa confianza, con ribetes más estimulantes en estos tiempos difíciles.
Si algo extraño, comentó, es la equinoterapia, una arista de la rehabilitación ausente hoy por situaciones objetivas, que esperamos retorne, pues sus resultados en el tratamiento son inigualables.
Vivir con esclerosis múltiple es para mí un reto, aprender a vencer cada limitación, una enseñanza, fortalecida con la actitud personal y la bondad del programa nacional de rehabilitación que se dinamiza desde el hospital espirituano, apuntó finalmente.
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