Francisco con la verdad y la ética en el Congreso norteamericano

El Papa Francisco acaba de pronunciar este jueves su esperado discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, pieza oratoria que suscitó con bastante antelación grandes expectativas ante lo que pudiera expresar allí el seguidor de Pedro, teniendo en cuenta la polarización que hoy se manifiesta en ese parlamento bicameral

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El Sumo Pontífice se convirtió así en el primero en pronunciar un discurso frente a los integrantes del Capitolio. (Foto: AP)

El Papa Francisco acaba de pronunciar este jueves su esperado discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, pieza oratoria que suscitó con bastante antelación grandes expectativas ante lo que pudiera expresar allí el seguidor de Pedro, teniendo en cuenta la polarización que hoy se manifiesta en ese parlamento bicameral entre liberales y ultraconservadores.
Me permito pensar que tantos llamados formulados en Cuba durante su visita de cuatro días a que rezaran por él, o a que le desearan suerte en el caso de los no creyentes, estaban directamente relacionados con la gran prueba a que estaría sometido cuando se trasladara del acogedor archipiélago que lo mantuvo todo el tiempo con la sonrisa a flor de piel al territorio de la mayor potencia imperial del orbe, donde cuatro presidentes han sido asesinados y otros cinco sufrieron atentados.
El Papa en sus palabras en el hemiciclo del Capitolio en Washington, como persona inteligente y con gran preparación teórica, latinoamericano y conocedor de la historia de este Continente y, en particular, de la de los Estados Unidos, fue cuidadoso y sopesado al máximo.
De ahí su expresión de agradecimiento por la invitación a intervenir en sesión conjunta del Congreso en “la tierra de los libres y en la patria de los valientes”, frase que puede ser tomada como una concesión necesaria para luego abrir camino a una realidad que aludía necesariamente —y no en el mejor sentido— a muchos, la mayoría de los allí presentes, quienes es harto conocido que no representan al pueblo, sino a las grandes corporaciones.
“La sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo”, expresó el Papa. ¿Y desde cuando se ha preocupado el capitalismo salvaje por satisfacer esas necesidades comunes?, inquiere este reportero.
Con citas bíblicas y haciendo hincapié en los postulados de cuatro grandes personalidades en la historia de los Estados Unidos, como Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton, Francisco elogió sus vidas y obras y llamó a imitarlas y tenerlas presente en la compleja actualidad de nuestros días.
Luego de alertar sobre los peligrosos conflictos geopolíticos y de tipo confesional que hoy agobian al planeta insistió: “El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos.
“Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar”. Y sobrevino entonces una frase que fue como mencionar soga en casa del ahorcado, pues, ¿qué son acaso entonces los Estados Unidos sino el imperio de las altas finanzas?, como los llamó hace décadas el reconocido intelectual estadounidense Víctor Perlo:
“Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, se sigue que no puede ser esclava de la economía y de las finanzas”. El Papa abogó además por la consideración a los ciudadanos comunes, la preservación de la familia, la ayuda al desvalido, la distribución de la riqueza, la activación de la economía y por la defensa del medio ambiente, en tanto censuró las guerras, el tráfico de armas, el egoísmo y la pena de muerte, entre otros tópicos.
De forma tangencial se refirió al restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, sin mencionarlo por su nombre ni aludir al destacado papel cumplido por él en las negociaciones previas que lo hicieron posible, aunque señaló: “Es mi deber tender puentes”… Al respecto puntualizó: “En tal perspectiva de diálogo, deseo reconocer los esfuerzos que se han realizado en los últimos meses y que ayudan a superar las históricas diferencias ligadas a dolorosos episodios del pasado”.
Fue, en síntesis, una joya oratoria caracterizada por su equilibrio, su mesura, su sinceridad y buena voluntad, no empañada siquiera cuando utilizó la ya tradicional frase Dios bendiga a América para concluir, pues, aunque parezca otra concesión, todos sabemos el sentido que puede tener tal término en los labios del Santo Padre.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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