Radiografía de una medalla

La yudoca espirituana Dayaris Mestre se convirtió en la primera medallista dorada de Cuba en los Panamericanos La medalla que colgó a su pecho Dayaris Mestre en los tatamis de Mississagua, en Toronto, no la obtuvo solo cuando su wazari en regla de oro dejó sin aliento a su eterna

La yudoca espirituana Dayaris Mestre se convirtió en la primera medallista dorada de Cuba en los Panamericanos

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La medalla que colgó a su pecho Dayaris Mestre en los tatamis de Mississagua, en Toronto, no la obtuvo solo cuando su wazari en regla de oro dejó sin aliento a su eterna rival, la argentina Paula Pareto, en la final de los 48 kilogramos del judo panamericano.

El título comenzó a esculpirse desde que entró a pelear con una resolución absoluta: “Atacar los 4 minutos de combate, esa fue una estrategia del entrenador”.

Eso hizo, aunque al inicio pareciera que los jueces repetirían lo que otras veces, con un shido fuera de lugar que no hizo más que arreciar el acelerador y conllevar a una amonestación similar a su rival, antes de obligar a un alargue que duró segundos hasta que impactara a la subcampeona mundial y medallista olímpica de bronce.

Entonces las lágrimas le corrieron con la fuerza de un ippon y la Pareto la cargó en medio del tatami. “Hace cuatro años me ganó en Guadalajara, aquella vez incumplí las orientaciones de la esquina. Ahora seguí todo al pie de la letra.

“Me emocioné mucho cuando me cargó, tenemos gran rivalidad pero nos llevamos bien. Otras veces me ha ganado y he tenido que bajar la cabeza y felicitarla, ahora me tocó triunfar a mí, es una victoria grande porque fue la primera medalla de oro y sabía que Cuba y Sancti Spíritus la esperaban”, expresó la yudoca.

El título de Dayaris pudo nacer antes, en todo el ciclo de preparación hacia Toronto. Pero cobró vida ese propio sábado cuando su mente se levantó de color dorado: “El oro es tuyo”, le diría a su madre Aymara Álvarez Agüero en un mensaje electrónico enviado al amanecer.

Caída la tarde, su nuevo apartamento situado a la salida de Colón, en esta ciudad, era un hervidero: “Estábamos mi hermano, mi cuñado, Mairelis y Adamila, las del Inder y vecinos del edificio que subieron hasta el quinto piso”, narra Aymara.

Lo cuenta horas después y aún se le siente la voz atragantada: “Me daban agua cada 3 minutos, me paraba, me sentaba, tomé pastillas…, a veces no sé si es mejor no verla y esperar a que me llame, pero ¡qué va! eso no me lo podía perder. Cuando ganó, pensé que aquel quinto piso se iba a caer, salté, lloré…; lloramos todos, al rato llegó mucha gente del Inder, del Partido, del Gobierno, de todas partes me enviaron mensajes, hasta María Zamora, la que atendía a los atletas, me envió uno desde Venezuela”.

Por ese sexto sentido de las madres, Aymara supo bien adentro que pese a las cinco victorias de la argentina frente a solo dos de su hija, las cosas serían diferentes: “A uno siempre le queda eso por dentro porque la rival es fuerte, pero la vi tan segura…, la gente dice que ella pelea a lo loco, pero desde los 18 años ha combatido así y no va a cambiar con 28, así ha ganado más de lo que ha perdido y, mira, la argentina es muy técnica, pero no tiene la bomba de la mía”.

Y las mismas lágrimas que le corrieron a Dayaris humedecieron las mejillas de Julio Andrés Álvarez, el abuelo, en el corazón de su barriada natal de Jesús María, donde sonaron algo más que tambores para insuflarle todos los poderes sincréticos que ayudaran a este título, el primero de la espirituana en dichas lides.

Este viernes el edificio 1 volvió a estremecerse como entonces. Dayaris no encontró técnica capaz de derribar a este “rival” y las lágrimas, la risa y la alegría se impusieron en este singular colchón de solidaridad.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

Comentario

  1. FELICIDADES!!!, UN ORO PANAMERICANO DICE MUCHO, DISFRUTELO Y ADELANTE.

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