Soy como el Dios que va creando la historia

Con sus desgarradores cuentos, el espirituano Ariel Fonseca Rivero nos muestra realidades que a veces ignoramos

sancti spiritus, cultura, literatura prosa
Ariel acumula una década de creaciones literarias. (Foto: Ilenia Díaz Rojas/ Escambray)
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Ariel acumula una década de creaciones literarias. (Foto: Ilenia Díaz Rojas/ Escambray)

Aún recuerdo verlo entrar al aula por primera vez. Hombre alto, grueso y peludo, con rostro serio y botas militares en combinación con su pulóver de rayas y su jean. “Él es el profesor de Informática que escribe relatos eróticos”, describió uno de mis compañeros. Me parecía casi imposible que una persona que se imponía desde su posición de maestro, incluso con esa voz suave y delicada, pudiera estar relacionada con dicho tema.

Guiada por la curiosidad emprendí la búsqueda del escritor y su obra; lo que encontré entre las páginas de … aquí Dios no está, su primer libro, habría sido para mí el inicio del recorrido por sus creaciones literarias.

A lo largo del tiempo leyendo a mi entrevistado he podido observar un cierto parentesco con el realismo sucio de Charles Bukowski. Sin embargo, es notable la admiración que provoca en él la obra de Walt Whitman. Puede que no estén tan alejados el cantarse a sí mismo y a todo a su alrededor, y el describir las cosas tal y como son sin palabras rebuscadas.

 Con la sencillez y humildad que lo caracteriza, aceptó concederle unos minutos a una antigua alumna y admiradora de su obra que ahora desde el estudio del Periodismo lo aborda con preguntas.

¿Al arte de la escritura cómo se llega?

Uno nunca es profesional hasta que publica dos o tres libros porque al principio se es aficionado. Intenté con la pintura y el canto, pero sin llegar a nada. En la escuela era muy malo redactando, en Español sacaba notas pésimas entre 70 y 80, alguna vez me acerqué al 90. Y siempre supe de mi mala redacción. Pero luego al leer e ir viendo la vida diaria en algún momento alrededor de los 20 ya escribía cosas que raramente sentía que podían ser publicables. La primera persona que leyó mis textos fue Ángela Agramonte, profesora de Español del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Eusebio Olivera Rodríguez, en Sancti Spíritus. La conocí y desde que ella vio mi primer cuento me dijo: “Ariel, tienes madera de escritor” y yo me lo creí.

¿Prosa o poesía?

Prefiero la prosa, siempre la prosa. Porque es donde me siento más cómodo. Puedo fantasear, bueno fantasear no, puedo ficcionar de mejor manera la realidad. La poesía es un poco más para desnudarse, es arrancarse los trozos y quedarse como si no tuvieras ropa, ni pellejo, como si no tuvieras máscara.

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El Premio Celestino de Cuento 2015 figura entre sus galardones más importantes. (Foto: cortesía del entrevistado)

Los libros no pueden mantener un estilo de vida, pero ¿le llenan?

Y me vacían también. Un libro te llena cuando lo vas pariendo. Y te vacía porque es como un hijo, lo ves crecer y te sientes orgulloso de él. Son historias que vas dejando ir, que ya no pertenecen a ti, que vas soltando a tu paso. Vas quedando vacío porque son hijos que han de seguir el camino e ir solos por la vida, ya no son tuyos.

Las musas de los autores suelen ser reflejos de sus obras. ¿Es ese su caso?

Yo soy mi “muso”. Todos los días me levanto y miro a las personas alrededor mío, que en realidad son mi musa. La naturaleza humana es lo que utilizo para crear. Recuerdo siempre a un escritor que decía que los seres humanos cuando llega la oscuridad son como ratas que salen de la cloaca. Pienso en eso diariamente porque la persona más cariñosa o más normal puede tener algo oscuro dentro conviviendo con él mismo y puede salir en cualquier momento. Entonces cuando eso aflora es que yo me decido a escribir.

Escribir para los niños…

No había pensado escribir para niños. Yo tenía unos cuentos de El circo invisible que serían para adultos. En el libro que yo había soñado todas las personas estaban muertas o morían en el intento. Era una idea loca que tenía en la cabeza pero aún no lograba. En el 2012 llegan a la Casa de la Cultura la convocatoria para las becas Sigifredo Álvarez Conesa. Dalila León Meneses, escritora de poesía espirituana, me preguntó si tenía algo para niños y le mostré algunos de esos cuentos, entonces me dijo: “Ariel, este libro puede servir para niños” y en ese momento comencé a reescribir a partir de las sugerencias que ella me daba. Cada vez que me propone algo todas las ideas fluyen, y escribo. Entonces ese proyecto para adultos se terminó convirtiendo en un libro para niños. Muy bonito, por cierto, y es una de las tantas cosas que le agradezco a Dalila desde que la conocí hace 11 años. Fue en el taller provincial, en el momento creo que surgió cierta afinidad y a partir de ahí yo sentí que podía confiar en ella. Cuando termino algún cuento o poema, antes de mandarlo a un concurso o mostrárselo a otra persona, ella es la primera que lo lee y lo tallerea. Dalila es mi asesora literaria, mi amiga, mi hermana, mi todo.

A la hora de escribir, Ariel, ¿como quién sería?, ¿Charles Bukowski o Walt Whitman?

Ni uno ni el otro. Cualquiera menos ellos. Son solamente mis maestros. Los tengo en un sitio muy alto junto a Anton Chéjov y Raymond Carver, pero no, sería cualquier persona que camina por la calle: el vagabundo que recoge una lata vacía, la señora que limpia la casa, el niño que pide un globo… eso sería yo a la hora de escribir.

¿En esa jerarquía cuál de los dos estaría en la cima?

Eso es una pregunta que no se hace. Pregúntame a quién quiero más, pero no me pidas poner a uno por encima del otro.

Por fin, ¿a quién quieres más?

A Bukowski.

¿Autor o personaje?

Lo digo siempre. En mis cuentos soy todos mis personajes y a la vez no. La mayoría de ellos tienen que ver conmigo, decisiones que yo hubiese tomado. Por ejemplo, todas las historia de Hierbas a lo sumo me ocurrieron una o dos y las demás fueron cosas que vi. Soy el autor pero no el narrador, soy como el Dios que va creando la historia.

Treinta y tres años, muchos a su edad ya están rodeados de la familia que han ido construyendo. ¿No le teme a la soledad?                 

A veces se está solo en una multitud. Además, ¿quién dice que estoy solo? Tengo a mis amigos, tengo a mi mamá todavía, a mis alumnos y vecinos. Aparte, la soledad no es del todo mala, hay personas que han tenido muchos hijos y parejas, y mueren solos. A veces los que no tuvieron hijos siempre han tenido a alguien a su lado. No estamos totalmente solos en este mundo.

Ilenia Díaz Rojas*

Texto de Ilenia Díaz Rojas*

2 comentarios

  1. José Lázaro Peña

    Ilenia, me gustó mucho tu trabajo. Sabía que crearías un producto genial, sencillo y, a la vez, íntimo. Y eso que «el Hermano» es jíbaro para las entrevistas.
    Ariel es de esas personas que te extrañan en la vida, a los que extrañas tú también. Parece uno de esos personajes raros, torcidos, oscuros y desgarradoramente humanos que habitan sus libros, pero es tal cual tú dices, Ariel es uno de nosotros. Así de bueno y natural es.
    Hermano, espero que sigas superándote, creciendo, ascendiendo en nuestro arte favorito. A Ilenia y a ti, un abrazo grande grande.

  2. Desde que leí «Hierbas», me cautivó la narrativa de Ariel Fonseca, es un escritor que no tiene miedo a la hora de escribir y admiro eso en su trabajo. Como aficionado a la narrativa y tallerista, considero a Fonseca uno de mis ídolos y guías literarios de la provincia. Muchas felicidades por toda tu trayectoria y, espero que siga en ascenso!!!!

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