La esquina de Escambray: Por una vida cultural más inclusiva y menos prejuiciosa

Es momento de establecer mecanismos que abran puertas, despejen el camino y ofrezcan un lugar a ese grupo de jóvenes que irrumpen en la vida cultural sin pedirle permiso a nadie

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La Esquina de Escambray este 31 de marzo.

Hay talentos esperando ahí, esperando su oportunidad, la ocasión propicia para decir: “He aquí mi propuesta”. No son uno ni dos, es un número impreciso de jóvenes con inquietudes artísticas y literarias que no provienen de las escuelas de arte ni de las casas de cultura.

En su mayoría buscan a diario su espacio en los escenarios locales, pero no lo encuentran o no les interesa ir más allá de su deseo de expresar ese mundo estético que han aprendido de referentes musicales o poéticos, visuales y danzarios.

Pero estar fuera de la diana institucional tiene el precio de no contar con el respaldo necesario para avanzar con naturalidad por el siempre complicado mundo del arte. Hay disposiciones legales, procedimientos establecidos que en cierta manera frenan su legitimación.

En un mundo tan interconectado, donde colocar tu obra en las redes sociales o Internet es casi una necesidad para quienes buscan trascender, es común encontrarnos con la sorpresa de vivir en el pueblo y no ver las casas, descubrir que las generaciones actuales tienen todas las posibilidades para difundir sus creaciones sin necesidad de intermediarios. Y ganan seguidores, y tienen más vistas que aquellos que llevan años batallando por deslumbrar a sus públicos siguiendo la ruta establecida.

Es momento de repensar, establecer mecanismos que abran puertas, despejen el camino y ofrezcan un lugar a ese grupo de jóvenes que desde la diversidad de sus propuestas irrumpen en la vida cultural sin pedirle permiso a nadie, dominando el lenguaje de su tiempo, con dinámicas de creación y promoción que su generación sabe cómo funcionan. Sumarlos puede hacer más fuerte y expandir más la obra institucional.

No se trata de asumir aquellos discursos banales y discriminatorios que también pululan a nuestro lado y a diario cuestionamos con justeza. No es cuestión de aceptar cualquier cosa, es discernir y guiar desde la fuerza de nuestros instructores, profesores y promotores culturales aquello que realmente vale la pena potenciar, extenderles la mano y mostrarles las ventajas del conocimiento del arte.

Cuba es un país privilegiado. Debajo de cualquier piedra se esconde un músico, un pintor, un realizador audiovisual, un poeta de alto vuelo. En realidad, hay más creadores que capacidades y espacios para triunfar o simplemente presentarse, pero eso no puede ser una condición para mirar a otro lado, todo lo contrario.

El respeto a las jerarquías artísticas debe ser los límites. El criterio de que únicamente los que provienen de academias y centros culturales, asociaciones o, peor, únicamente aquellos que se expresen a través de determinados géneros y estilos son los que debemos apoyar, es un error que se convierte en boomerang cuando descubrimos talentos que se nos escapan.

La realidad que viven muchos artistas por no tener espacios, por lo magro del ambiente actual lleno de limitaciones tras más de dos años de pandemia y una presión externa real, nos lleva a repensar cómo reordenar la vida cultural para que sea más inclusiva y menos prejuiciosa.

Carlo Figueroa

Texto de Carlo Figueroa

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